La capilla de San Mauro, hay que señalar que procede de finales del Siglo XV, a juzgar por la arquitectura de su fachada, cuyo pórtico luce un arco de 3 puntos, sobre el que resalta una hornacina con la Virgen de las Angustias, a cuya vera están las imágenes de San Juan y San José de Arimatea, y a los lados los bustos de San Pedro y San Pablo.
Mandada edificar en el siglo XV por D. Pedro Buceta Barba Figueroa, (cuya mansión se hallaba muy cerca de la citada ermita) remata la misma en una pequeña espadaña de la cual pendía el esquilón.
Sobre el pavimento del altar mayor, existían tres enterramientos con dos estatuas yacentes, en la lápida del medio, se veían las insignias eclesiásticas, constituidas por la mitra, las llaves, y una soga formando lazo.
En la primera sepultura se representaba un caballero vistiendo el traje de la época, teniendo un rosario en las manos. En la otra aparecía un caballero luciendo el hábito de San Francisco.
Bordeando la lápida del medio se leía esta inscripción
“AQUÍ YACE EL RECTOR Y CLERIGO DE SAN MIGUEL DE DEIRO”.
Precisamente de San Miguel de Deiro eran Alberto do Rego y su mujer, quienes hacia el año 1590 dotan a dicha ermita con el Agro da Loba y otros terrenos en la parroquia de Santa María de Caleiro, para el pago de dos misas mensuales, y dos perpetuas anuales, de éstas últimas, una cantada y otra rezada, fundada la primera por Alberto de Rego y la segunda por María Patiño.
Fue en la década de los años 1950-60, cuando el por entonces cura Párroco de San Cipriano de Cálago, Don Ramiro Louzán Domínguez, vendió el citado edificio, a unos industriales conserveros vilanovenses, quienes utilizaron el solar de dicha construcción para ubicar un pozo en su interior, y un esperpéntico depósito elevado sobre el ábside de la ermita, constituyendo hoy en día, un símbolo del supino desprecio realizado contra una de las joyas arquitectónicas más representativas del siglo XV en el Concello Vilanovés.
Profanadas las tumbas para la construcción de dicho pozo, surtidor para la fábrica que a poca distancia se yergue, las lápidas al parecer fueron respetadas, y en la actualidad, según vecinos consultados, se hallan arrinconadas en un lateral de dicha capilla, cuya puerta fue tapiada de cemento.
Propiedad de dicha capilla era, así mismo, el crucero que a manera de obelisco se halla en la denominada “Plaza de San Mauro”, en la calle del mismo nombre.
Ubicado en un principio contiguo a la ermita, por orden del entonces alcalde Agustín García Sabor, se colocó en su actual emplazamiento.
Cerca de la ermita en cuestión, existió la casa solariega de los Barba Figueroa, que en ruinas y con sus almenas llegó hasta el presente siglo. Sus inquilinos durante siglos, fueron los encargados del culto de la “ermita de Nuestra Señora de los Barreiros”, primitivo nombre de ésta edificación religiosa.
(Publicado en la hoja parroquial del año 1995, siendo cura párroco D. Antonio Sineiro ).