El lenguaje de los niños

1. Lo primero es “conectar”. En todo discurso es importante la captatio. Pero en el caso de los niños es aún más importante, pues si no hay una “conexión” inicial con la persona que les habla, simplemente no tendrán la disposición de escuchar. Es esencial, por lo tanto, captar rápidamente su atención con alguna frase, pregunta o historia que llame su atención.
2. Esa conexión se debe dar no sólo al inicio, sino que se debe mantener a través de un discurso lógico muy claro y muy bien engarzado. Las frases inconexas o las ideas dispersas les confunden y no les permiten mantener la conversación. Esto hay que saber combinarlo con figuras y ejemplos adecuados.
3. Sé breve y conciso, con frases simples. No se deben hacer razonamientos demasiado prolongados que eventualmente desemboquen en una conclusión. Eso es algo que se puede hacer con adultos. Los niños pierden rápidamente el hilo de los razonamientos cuando son demasiado extensos. Incluso puede ser en muchos casos mejor iniciar con la afirmación principal y luego explicarla, para finalmente repetirla.
4. Con los niños suele ser muy útil dejar que ellos concluyan las frases. Eso hace que se fijen en su memoria las ideas. Por ejemplo, si se hace una homilía sobre la Eucaristía, luego de la explicación se puede decir: “Entonces, niños, luego de la consagración, el pan y el vino en quién se convierten?” Y todos deberían responder “en Jesús”, etc. Eso además ayuda mucho a mantenerlos concentrados.
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