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Pon tus palabras en nuestra boca |
Lectura del santo evangelio según san Lucas
(21,5-19):
...Habrá también espantos y grandes signos en
el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos
a
las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores,
por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no
preparar vuestra defensa,
porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no
podrá
hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros
padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán,
y matarán a algunos
de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.
Pero ni un cabello de vuestra
cabeza perecerá;
con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»
Palabra del Señor
TIEMPOS DE CRISIS
Por José A. Pagola
La crisis está abriendo una fractura social injusta entre quienes podemos
vivir sin miedo al futuro y aquellos que están quedando excluidos de la sociedad
y privados de una salida digna. ¿No sentimos la llamada a introducir algunos
“recortes” en nuestra vida para poder vivir los próximos años de manera más
sobria y solidaria?
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos…). ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana…? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.
Poco a poco, vamos conociendo más de cerca a quienes se van quedando más indefensos y sin recursos (familias sin ingreso alguno, parados de larga duración, inmigrantes enfermos…). ¿Nos preocupamos de abrir los ojos para ver si podemos comprometernos en aliviar la situación de algunos? ¿Podemos pensar en alguna iniciativa realista desde las comunidades cristianas?
No hemos de olvidar que la crisis no solo crea empobrecimiento material. Genera, además, inseguridad, miedo, impotencia y experiencia de fracaso. Rompe proyectos, hunde familias, destruye la esperanza. ¿No hemos de recuperar la importancia de la ayuda entre familiares, el apoyo entre vecinos, la acogida y el acompañamiento desde la comunidad cristiana…? Pocas cosas pueden ser más nobles en estos momentos que el aprender a cuidarnos mutuamente.