La honradez es incompatible con la mentira, con las medias verdades. Donde aparece la mentira, el terreno en que se apoyan las relaciones entre las personas se resquebraja: se ha introducido un elemento falso e irreal que impide el buen entendimiento, la tarea en común, la verdadera comunicación; se traiciona la confianza de las personas.
La ambigüedad, el engaño, los subterfugios, la ocultación malintencionada de información son actos contrarios a la honradez y, aunque los afectados no tuvieran conocimiento de ello, se ofende al prójimo y a Dios.
PROMETER PARA CUMPLIR
Si se hace una promesa, es para cumplirla. También en política. Cuando no se tiene intención de mantener lo prometido, lo oportuno es callar. Cuando se jura un cargo, se firma un contrato, se establece un compromiso y es preciso cumplir con él a pesar de las dificultades que ello implique.
Las promesas deben ser cumplidas, y los contratos, rigurosamente observados en la medida en que el compromiso adquirido es moralmente justo[379].
INTENCIONES RECTAS Y CLARAS
La libertad de elección permite tomar múltiples decisiones y a través de ellas conseguir un fin o varios fines: quien es honrado actúa con rectitud, de forma que sus objetivos sean siempre claros; no guarda segundas intenciones ocultas ni falsea sus acciones haciendo creer que le mueve un buen deseo cuando en realidad no es así.
La expresión «rectitud de intención» significa claridad de conducta, ausencia de disimulo o hipocresía. Es un actuar que responde a la verdad que nos pide el Señor cuando manifiesta que nuestro sí sea sí y nuestro no sea no.
Cuando esta virtud ha echado raíces en el corazón del cristiano, no es difícil actuar de acuerdo con este principio: «la rectitud de intención está en buscar siempre y en todo la gloria de Dios».
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