20 nov 2018

¿Qué predicaba Oscar Romero?

La mayor parte de los católicos sabemos que el arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, ahora santo, fue asesinado al concluir la homilía de la Misa que celebraba en una pequeña capilla del hospital de la Divina Providencia, “el Hospitalito”, el 24 de marzo de 1980. ¿Qué predicaba Oscar Romero el día que lo mataron? Nos lo cuenta Aleteia:


El Evangelio de ese día. “Entonces Jesús dijo: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre. En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Y al que me sirve, el Padre le dará un puesto de honor”* ( Biblia de América)

El arzobispo, lo primero que hizo en su última homilía, recogida y traducida al inglés por el padre jesuita James R. Brockman, autor de “Romero: una vida”(Orbis Books) quien reexaminó la grabación y la publicó en 1992, fue retomar la figura de doña Sara Pinto, recordando que todo cristiano debe tener una vida intensa.

“Muchos no entienden, y piensan que el cristianismo no debería involucrarse” en la vida social, política, económica de un pueblo. “Pero, por el contrario, ustedes acaban de escuchar el Evangelio de Cristo, que uno no debe amarse a sí mismo tanto como para evitar involucrarse en los riesgos de la vida que la historia nos exige, que aquellos que evitan el peligro perderán su vida, mientras aquellos que por amor a Cristo se entreguen al servicio de los demás vivirán, como el grano de trigo que muere, pero solo aparentemente. Si no muriera, quedaría solo. La cosecha se produce porque muere, se deja sacrificar en la tierra y se destruye”.

Tras introducir la circunstancia particular, la de doña Sara y su labor por la gente más humilde de El Salvador (junto con el trabajo de su esposo y de su hijo), monseñor Romero lo ligó con el mensaje de la “Gaudium et Spes” y la esperanza que inspira a los cristianos:

“Sabemos que todo esfuerzo por mejorar una sociedad, especialmente una que está tan inmersa en la injusticia y en el pecado, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios desea, que Dios exige de nosotros. Y cuando uno encuentra personas generosas, como Sarita, y su pensamiento encarnado en Jorgito (su hijo) y en todos los que trabajan por estos ideales, debe tratar de purificarlos, por supuesto, cristianizarlos, vestirlos con la esperanza de lo que hay más allá. Eso los hace más fuertes, y nos da la seguridad de que todo lo que trabajamos en la tierra, si lo alimentamos con una esperanza cristiana, nunca será un fracaso. Lo encontraremos en una forma más pura en ese reino donde nuestro mérito estará en lo que hemos trabajado aquí en la tierra”.

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