Por Juan María Canals.
Todos entendemos el lenguaje de las flores. Un ramo colocado sobre una mesa festiva, una rosa que un niño ofrece a su madre el día de su fiesta, etc. El gesto no necesita palabras, ni explicaciones. El gesto habla por si mismo. Recuerdo a ha niña de ocho años que vanzó por el pasillo central de la iglesia donde se estaba celebrando el funeral de su abuela y depositó una rosa sobre el féretro. Todos los presentes fijaron sus ojos en aquella niña y la rosa que llevaba en su manita. Ninguna palabra, el gesto era muy significativo.