
Para cerciorarnos de que nuestro corazón es sincero, examinemos nuestra conducta, revisemos nuestro comportamiento. La conducta manifiesta la rectitud de nuestro corazón, si nuestra conducta no es recta es porque nuestro corazón está dañado. “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 20). La conducta es la expresión externa de lo que llevamos dentro.
¡Qué importante es ese “dentro” de la persona! ¡Cuidémoslo con esmero! Los demás lo agradecerán…