Decía Diderot que “la insensibilidad hace monstruos”. Se trata sin duda de una de las enfermedades más terribles de nuestro tiempo. La insensibilidad y la indiferencia, la falta de compasión ante los problemas de los demás, degrada al ser humano.
La persona sensible se abre a los principales problemas de la sociedad y valora la belleza tanto como el bien, sin embargo, la persona insensible pasa de largo ante los problemas ajenos. La abundancia de información que recibimos nos dificulta valorar las cosas en su justa medida. Toda acaba siendo trivial.
Seamos sensibles ante la belleza, cultivemos la delicadeza ante el bien, captemos con realismo los problemas y abrámonos a la su solución con generosidad. Solamente así podremos construir un mundo más humano.