Leemos en Interrogantes algunos detalles que pueden contribuir mucho a lograrlo. Por ejemplo:
1. Transmitir un aliento positivo en todo aquello que hacemos. No dejar hundido a nadie. Decir primero lo que va bien, y de lo que va mal hablar sólo lo necesario.
2. Quizá tus hijos o las personas con las que convives, por lo que sea, te ven poco: que insufles oxígeno en el poco rato que te vean.
3. Cuida de no caer en un optimismo simplón, que sería un sustitutivo barato de la esperanza. Los optimistas vacíos se van dando golpes contra la realidad. En cambio, los realistas con esperanza saben afrontar con entereza la realidad, porque la esperanza no es un consuelo para niños ni un narcótico para ingenuos.
4. La gente necesita que le digan de vez en cuando que lo ha hecho bien. Es una pena que algunos parezcan como incapaces de hacer un elogio, cuando es algo mucho más importante de lo que parece.
5. Sé previsor para esquivar los males evitables. La esperanza no es una resignación tonta sumada a un optimismo ingenuo: es para trabajar y transformar la realidad y así evitar en lo posible esos males.
6. Afronta con serenidad las contrariedades, los destrozos, los errores los que conviven contigo. Piensa que incluso quienes han recibido una esmerada formación pueden cometer a veces errores serios. Un descuido ocasional, por tanto, aunque sea grave, no es motivo para la desesperación.
Por Vicente Huerta.
Por Vicente Huerta.