Se podría decir que la tarea de educar consiste en imprimir carácter.
“Carácter” significa en griego “marca”, por eso el carácter se imprime. El temperamento, en cambio, se tiene, se nace con él; en muchos casos, se hereda. Este nos da una temperatura personal determinada, una disposición blanda o dura a recibir la marca. Por eso, el carácter no se graba en todas las personas de la misma manera: la forma de quedar marcados depende de nosotros mismos, de lo que hagamos con nuestro temperamento, de la educación que recibamos, de los hábitos que adquiramos, del estilo con que nos acostumbremos a responder a los estímulos, de la forma que tengamos de superar los obstáculos que van apareciendo en el camino…
El temperamento no determina el carácter, aunque sí lo impulsa, le proporciona, podríamos decir, temperatura. Al contrario, es el carácter, esas marcas que se van grabando en nuestra forma de ser, las que le dan un estilo determinado.
Así, dos personas con un fuerte temperamento, o dicho de otra forma, con una temperatura bastante elevada, que se enfrentan al mismo obstáculo, por ejemplo, un fracaso –vale que nos hayan roto un juguete, un suspenso en matemáticas, una bronca del jefe o una mala inversión–, sienten ambas lo mismo: un calor inmenso que les impulsa a reaccionar de manera impetuosa.
Una de ellas sí que lo hace así: se enfada con el compañero, con el profesor, con el jefe o consigo misma, dice lo que no tiene que decir y hace lo que no debe hacer. Después, probablemente, se arrepiente y tiene que volver sobre sus propios pasos y arreglar lo que había roto en un acceso de mal humor. Eso le ha ocurrido muchas veces, porque no se ha acostumbrado a doblegar su temperamento, sino que se ha dejado llevar por él, y ha convertido en carácter ese mal carácter.
La otra, sin embargo, conoce bien su temperatura, y por eso, se ha habituado a enfriarla antes de actuar. Sabe que si se deja llevar por ese fuego repentino, después tendrá que ir apagando los pequeños o grandes incendios que haya causado. Así que encauza el calor a través de las marcas o surcos que ha ido imprimiendo a lo largo del tiempo, de modo que no dice ni hace lo que no quería decir ni hacer, sino que concentra su energía, que es mucha, en buscar soluciones.
El mismo temperamento conforma dos caracteres distintos, dos “yoes” marcados por diferentes estilos. Las dos personas han inventado formas personales de enfrentarse a los mismos obstáculos, se han habituado a responder de una determinada manera. Podríamos decir que cada cual utiliza la temperatura a su manera.
La tarea de educar consiste en conocer el temperamento de nuestros hijos para imprimir su mejor carácter.