Su espectacular remontada en los últimos 250 metros del K1 1.000 vale la sexta medalla -cuarta de oro- de España en los Juegos Olímpicos de Río.
Marcus Cooper Walz, el nuevo campeón olímpico de K-1 1.000 metros, hablamos de piragüismo, es un español mas, concretamente lo es desde que a los tres meses (un bebé) se trasladó con su madre a vivir a Mallorca, donde los padres tenían trabajo en el sector turístico. Su madre, Fiona, temblando como una chiquilla junto a la valla que le separa de su hija, trabaja en un hotel, aunque ha pedido vacaciones para estar estos días en Río de Janeiro y darle al muchacho, 21 años, "el mayor abrazo que me ha dado en su vida", confesión del campeón olímpico.
En Lagoa, un enorme lago en el centro de la ciudad, España ha encontrado el fin a su sequía en una carrera que casi cuesta varios infartos. Al presidente de la Federación balear, Juan, sudando y llorando, a su madre, Fiona, a su hermana (más guiri que él todavía), y a los pocos españoles que había por aquí. Pasó primero los primeros 250 metros, pasó quinto los 500 y los 750 y en una remontada espectacular terminó primero. "No esperábamos el oro", decía Narciso Suárez, el responsable técnico de la Federación, también emocionado, con la bandera de España pintada en el moflete deshaciéndose.
"Siempre corro así", confiesa el autor de la medalla. "Haciendo una salida muy fuerte, luego bajando el ritmo y subiendo a partir del 700", dice, repitiendo varias veces que es "un honor", representar "a un gran país como España", pese a que, por culpa del divorcio de sus padres, no pudo tener la nacionalidad española hasta hace dos años, y fue gracias a las amistades que gente de la Federación balear tiene en los Juzgados.