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La Flexibilidad es la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, para lograr una mejor convivencia y entendimiento con los demás.
Los científicos están de acuerdo: sobreviven aquellas especies cuya capacidad de adaptarse es sobresaliente. Y esto se aplica a muchos ámbitos humanos: la carrera profesional, la familia, la amistad. La rigidez es un terrible obstáculo para cualquier ser humano.
La Flexibilidad es la capacidad de adaptarse rápidamente a las circunstancias, los tiempos y las personas, rectificando oportunamente nuestras actitudes y puntos de vista para lograr una mejor convivencia y entendimiento con los demás.
En ocasiones se ha entendido a la flexibilidad como un “ceder” siempre para evitar conflictos, ser flexibles no significa dejarse llevar y ser condescendientes con todo y con todos. El aprender a escuchar y a observar con atención todo lo que ocurre a nuestro alrededor, constituye el punto de partida para tomar lo mejor de cada circunstancia y hacer a un lado todo aquello que objetivamente no es conveniente.
Podemos apreciar una actitud poco flexible en las personas que rechazan de forma automática todo aquello que se opone a su forma de pensar y de sentir, al grado de comportarse en ocasiones como verdaderos necios e intransigentes. Antes de dar una respuesta o emprender cualquier acción, el sentido común debería llevarnos a hacer una pausa para considerar detenidamente cualquier idea o propuesta, y de esta manera formarnos una mejor opinión al respecto.
La flexibilidad mejora nuestra disposición para llegar a un común acuerdo y enriquecerse de las opiniones de los demás, de esta manera ambas partes se complementan y benefician mutuamente.
Cuando la amistad y la simpatía son el factor común entre las personas, ser flexibles no cuesta tanto trabajo, normalmente estamos dispuestos a escuchar y a cambiar nuestro parecer en el momento que sea necesario; lo difícil es mantener esta actitud abierta con el resto de las personas.
Cualquier persona, sea un compañero, dirigente, gobernante o autoridad, puede despertar poca simpatía en los demás como persona, más no por eso se duda de su capacidad y conocimientos. Por este motivo, los lazos de afecto no deben ser un impedimento para reconocer la autoridad profesional o moral que tienen las personas y ser todo oídos para tomar todo lo bueno que nos desean transmitir.
Si el núcleo de la flexibilidad es la adaptación, debemos hacer todo lo posible por encontrar en todo lugar y circunstancia, el equilibrio justo para hacer compatibles nuestro estilo personal de trabajo, costumbres, hábitos y modo de actuar con el de los demás para ser más productivos, mejorar la comunicación y establecer relaciones duraderas.
No es sorprendente encontrar a un genio de las finanzas, al prestigiado abogado, al excelente empresario o al alumno brillante, que, conscientes de su capacidad, conocimientos y experiencia, se cierran a todo género de opiniones, considerándolas inútiles y superficiales. La falta de flexibilidad nos hace insensibles y con poca apertura al diálogo, deteriorando notablemente la convivencia y la posibilidad de ser mejores en nuestro desempeño.
En este sentido, podemos decir que la humildad juega un factor importante para reconocer que nuestro criterio no siempre es el mejor y siempre estaremos expuestos a cometer un error o a tomar una mala decisión.
Algunas veces nuestra capacidad de adaptación se somete a pruebas más severas: cambiar de ciudad, de domicilio; nuevo empleo en una empresa con un giro completamente distinto al que veníamos desarrollando, nueva escuela, etc. En todos y cada uno de estos cambios debemos tratar con personas diferentes, así como sus costumbres y las normas de convivencia o de trabajo. La rapidez con que nos identifiquemos al nuevo ambiente, marcará desde el primer momento el éxito o fracaso en nuestro desempeño y las relaciones con los demás.
Lo más vano y de mal gusto es hacer continuas y repetitivas comparaciones entre la forma de trabajo anterior, prestaciones e importancia; los excelentes vecinos; las instalaciones de la escuela; las ventajas de la gran ciudad, los lugares de esparcimiento y diversión… y tantas otras manifestaciones superficiales que muestran hermetismo y el orgullo vano de haber pertenecido o crecido en un lugar diferente.
La flexibilidad nos debe llevar a buscar la plena integración al nuevo medio, si es ahí donde tenemos que estar, de poco sirven las quejas y las comparaciones inútiles. Aprender a tomar lo mejor de cada lugar y de su gente, demuestra madurez, sociabilidad, compromiso, solidaridad, apertura a la comunicación y a la adquisición de nuevas experiencias.
Para que nuestros propósitos de mejora tengan fruto, es necesario identificar y corregir algunas de las actitudes que nos impiden vivir cabalmente este valor:
– Procura que tu primer impulso no sea dar un sí o un no como respuesta. Aprende que el aceptar o el negarse tiene su momento. Escucha, observa, medita y actúa.
– Habla cuando sea necesario, o calla si las circunstancias lo ameritan. Las conversaciones forzadas no llevan a ninguna parte, cuantas veces nos empeñamos en hablar de un tema que a nadie interesa.
– Busca el mejor momento para expresar tus opiniones.
– Aprende a dejar una conversación en el momento oportuno, evitando discusiones que no llegarán a una conciliación. Nada ganamos con aferrarnos para tratar de convencer a una persona que no quiere escuchar.
– Trata a cada persona según su peculiar forma de ser, lo cual se traduce en respeto.
– Rectifica cada que sea preciso tus opiniones o actitudes. Corregir los errores, pedir perdón o aclarar la equivocación en nuestro juicio, demuestra sencillez y rectitud de intención.
– Respeta las reglas o normas que imperan en los distintos lugares a los que asistes, a menos que afecten la integridad y la seguridad de cualquier persona.
Para la persona flexible no existen barreras en la comunicación y en las relaciones, su adaptación es tan natural que nunca parecerá extraño o distinto en los ambientes más diversos, sin exponer su persona a influencias negativas o poco recomendables.
Nuestra vida sería más sencilla si fuéramos conscientes de la riqueza que guarda cada persona, cada ambiente, cada nuevo conocimiento y experiencia, sin aferrarnos a nuestro propio juicio y opinión.