“El amor no hay que aprenderlo como se aprende, por ejemplo, a tocar el piano o a manejar un ordenador. Si me permite la expresión, hay que comprenderlo siempre en las distintas cosas. Como es lógico, también se aprende de personas ejemplares. Primero de los padres, que son ejemplo y guía para uno mismo y en los que se ve correctamente realizada la persona. Más tarde se aprende en los encuentros que la vida le facilita a uno. Se aprende de una amistad, de una labor que le una a los demás, de un cometido. Lo importante es no buscarse a sí mismo por encima de todo, sino experimentar el camino del darse y, en consecuencia, del correcto recibir.
“La mayoría de la gente considera que el problema del amor consiste en primer lugar en ser amado, y no tanto en el impulso de amar. Esta actitud corrompe la esencia del amor. Cuando sólo se quiere tener amor, es justo cuando no se recibe, y uno se vuelve egoísta, podrido, hecho que, lógicamente, también percibe el otro. Aprender a superarse y a entregarse uno mismo, aprender a regalarse, incluso sin recibir nada a cambio, forma parte del camino del aprendizaje del amor. El darse sobre todo al antipático y a aquel que simplemente me necesita, al doliente.”
Joseph Ratzinger. “Dios y el mundo”.