"Mirad, os voy
a declarar un misterio: no todos moriremos,
pero todos seremos transformados.
En un instante, cuando
suene la última trompeta; porque sonará, y los muertos
resucitarán incorruptibles, y nosotros seremos transformados.”
(1 Cor. 15,52)
SANTOS Y DIFUNTOS
En este mes de octubre, son muchas las parroquias de nuestra diócesis que se preparan para celebrar dos importantes días: la “Solemnidad de Todos los Santos” y la Conmemoración de Todos las fieles Difuntos”.
La primera es la fiesta de los
santos canonizados y de los no canonizados: de todos los cristianos que gozan
de Dios, después de haber seguido a Cristo durante su vida. Por ello, se debe
celebrar con toda la solemnidad que le corresponde; oraciones propias, Gloria,
Credo y su prefacio propio. El origen de esta fiesta se remonta al siglo VII,
cuando el Panteón romano, templo dedicado a “todos los dioses” (que es lo que
su nombre significa en griego), se dedicó a la Virgen María y a todos los
santos. El aniversario de esta dedicación se fijó en el siglo IX para el 1 de
noviembre.
Por otra parte, al día siguiente
(2 de noviembre) se celebra la Conmemoración de todos los fieles difuntos.
Después de celebrar el día anterior a los bienaventurados, la Iglesia se
interesa por las almas de todos los que nos precedieron con el signo de la fe y
duermen ya en la esperanza de la resurrección la Conmemoración del 2 de
noviembre tuvo su origen en el siglo XI, con la dedicación del abad de Cluny,
san Odilón, quien estableció que precisamente al día siguiente de la solemnidad
de Todos los santos, se celebrara este recuerdo por todos los fieles Difuntos.
La práctica se extendió rápidamente por toda Europa, aunque en Roma no se
incorporó al calendario hasta el siglo XIV.