29 jun 2019

“Y VI UN CIELO NUEVO y UNA TIERRA NUEVA (Apoc 21,1)


En la tierra nueva las casas no tienen llaves
ni los muros rompen el mundo.
Nadie está solo.
No se habla mucho de amor,
pero se ama con los ojos, las manos y las entrañas.
Las lágrimas son fértiles,
la tristeza se ha ido para no regresar,
y se ha llevado con ella la pesada carga
del odio y los rencores,
la violencia y el orgullo.
Es extraña la puerta que abre  esa tierra:
Es la sangre derramada de quien se da sin límite,
es la paciencia infinita
de quién espera en la noche,
es la pasión desmedida de un Dios entregado
por sus hijos; nosotros elegidos para habitar


ESA TIERRA NUEVA...