En nuestra cultura, el mes de noviembre, es un mes especialmente señalado para tener un poco más presente "ós nosos difuntiños".
Todos conocemos el dicho popular que afirma: "Ditoso o mes que empeza en todolos santos e termina con San Andrés".
La Iglesia Católica, después de celebrar la solemnidad de todos los santos (1 de noviembre), celebra la conmemoración de todos los fieles difuntos al día siguiente (2 de noviembre).
La muerte, triste realidad unida a la existencia humana, provoca en todos nosotros una serie de interrogantes que piden alguna respuesta. A continuación formulamos unos interrogantes con la sola pretensión de evitar al lector a una reflexión personal:
- Siendo la muerte un hecho permanente e incuestionable en la sociedad humana ¿Por qué se intenta hacer de la muerte un tabú o reducirla tan solo a un acontecimiento privado, familiar...?
- ¿Por qué en torno a la conmemoración de los fieles difuntos la sociedad "vanaliza o carnavaliza" la realidad de la muerte manteniendo la idea pagana del Samaín?
- O también, ¿se debe hablar de la muerte y educar de un modo pedagógico adecuado, progresivo, claro... para que todos se capaciten de cara a afrontar esta realidad de la muerte de un modo sereno y esperanzador?
- Pero sobre todo, ¿Hay alguna respuesta para el más allá de la muerte?
Los cristianos tenemos una respuesta clara y contundente a este misterioso interrogante: Es la persona de Cristo "que muere, pero resucita de entre los muertos" para que también nosotros pasando por su muerte un día podamos participar de la vida del resucitado.
Así surge de todo esto un nuevo e importante que formulamos a continuación: ¿Que reflexión harías al mensaje de Jesucristo que dice "quien guarde mi palabra tendrá vida eterna..." (Jn. 8, 51)?
Concluimos, pues, que la muerte que nos acompaña constantemente y que tristemente nos visita todos los días, debe ser una realidad para verla con serenidad y esperanza.
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la vida
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