Resucitar,
no es una piel envejecida
que se estira en el quirófano,
sino una presencia que ilumina
cada arruga con su historia,
no es un golpe en el alma
que se anestesia con drogas,
sino una caricia que sana
la memoria y la carne,
no es un desencuentro entablillado
para salvar apariencias,
sino un abrazo infinito
que teje las diferencias,
no es un robo a los pobres
legalizado con indultos,
sino un fuego que separa
la justicia de la escoria,
no es el oasis final
para olvidar pesadillas,
sino un vino añejado
en las bodegas del camino.
Porque todo lo que nos golpea
a ti también te hiere,
y al abrirse en ti a la vida
también en nosotros resucita.
(Benjamín González Buelta, sj)