Pasó la Cuaresma, pasó la Semana Santa… y un mes después seguimos en este tiempo de aislamiento comenzando a celebrar la Pascua. Durante la Cuaresma la crisis de la COVID nos invitaba a profundizar en el sentido del tiempo de conversión: silencio, aislamiento, prueba, cambio de vida, desierto, tentación... Pero ¿Y ahora?
También vivimos la Pasión con un rostro sufriente fácil de reconocer. No necesitábamos buscar cruces, ni tumbas abiertas, ni madres dolorosas, ni amigos desperados, bastaba mirar las noticias. Pero ¿Y ahora?
¿Dónde está la luz? ¿Dónde la alegría? ¿Dónde la comunidad que celebra la presencia del Resucitado? ¿Dónde la vida venciendo a la muerte? Este tiempo de Pascua que se abre ante nosotros es para muchos nuevo. Muchos hemos vivido siempre la Pascua en un contexto de alegría natural, de vacaciones, de fiesta. Y ahora ¿qué Pascua celebramos?
De nuevo aparece aquí un diálogo fundamental, la conversación entre la realidad y la fe. El diálogo supone que ambas partes se reconocen, se hablan y se escuchan. Los discípulos no experimentaron la Resurrección inmediatamente como una gran fiesta. María no fue capaz de reconocer al Resucitado a primera vista. Las mujeres no salieron del sepulcro colmadas de felicidad, sino con miedo y alegría. A Tomás no le bastó con saber que Jesús había resucitado. Los discípulos seguían encerrados después de saber la noticia. Lo fueron descubriendo al poner en diálogo la realidad de su miedo y sus dudas con la alegría y la esperanza que manaba de su fe.
Tal vez nos habíamos acostumbrado con demasiada facilidad a que el contexto facilitaba la experiencia personal, y ahora es tiempo de descubrir que, aunque estén cerradas las puertas, Jesús se vuelve a poner en medio. Él nos vuelve a salir al encuentro, vuelve a caminar con nosotros, pero nosotros debemos querer reconocerlo. Hoy debemos poner en diálogo la oscuridad de la realidad que nos envuelve y la luz de la fe en el Resucitado. Y lo debemos hacer cada uno personalmente, porque el encuentro con Cristo es personal.
Quizás esa sea la invitación de este tiempo, redescubrir que nos dice Jesús Resucitado en nuestra realidad concreta. Discernir que supone anunciar la Vida eterna en este tiempo de vidas truncadas. La Resurrección de Jesús toma la realidad humana para revestirla de gloria, también esta realidad que nos envuelve ahora, atrevámonos a hacer este camino.
Javier Prieto