Este es el significado de la solemnidad de Todos los Santos: al contemplar el luminoso ejemplo de los santos, suscitar en nosotros el gran deseo de ser como los santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de Dios. Ser santo significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia.
Esta es la vocación de todos nosotros, reafirmada con vigor por el concilio Vaticano II, y que hoy se vuelve a proponer de modo solemne a nuestra atención.
Pero, ¿cómo podemos llegar a ser santos, amigos de Dios? A esta pregunta se puede responder ante todo de forma negativa: para ser santos no es preciso realizar acciones y obras extraordinarias, ni poseer carismas excepcionales. Luego viene la respuesta positiva: es necesario, ante todo, escuchar a Jesús y seguirlo sin desalentarse ante las dificultades. "Si alguno me quiere servir ―nos exhorta―, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará" (Jn 12, 26).
(Benedicto XVI)
Para muchas
personas la fiesta de Todos los Santos es solamente la conmemoración de
sus difuntos, conmemoración del día en que se recuerdan los rostros conocidos y
amados de las personas que un día vivieron junto a nosotros y ahora ya no
están.
Pero para
los creyentes este día, no es tan sólo el recuerdo de los seres cuyos
nombres están grabados en las lápidas de un cementerio al que vamos a poner
unas flores y a rezar una oración. La fiesta de Todos los Santos no es la
fiesta de los “muertos”, sino la fiesta de los “vivos”. No es un día de
tristeza, sino un día para expresar la inmensa esperanza que nos habita. Sin el
culto a los santos y la celebración de nuestros difuntos, nuestra tierra no
sería más que un lugar solitario, sin esperanza ni horizontes.
Celebrar a
los santos y a nuestros difuntos es recordar esos rostros de nuestros seres
queridos a los que el amor ha transfigurado, porque amar es resucitar, porque
el Amor es Vida. Día tras día hay que ir modelando el rostro de nuestra
eternidad porque sólo el amor personaliza y humaniza al ser humano. Sólo el
amor diviniza al ser humano. Existen esas grandes figuras, que el Espíritu ha
suscitado y sigue suscitando para alumbrarnos el camino; padres e hijos, hermanos
y hermanas, amigos y conocidos que han sido testigos para nosotros de la
misericordia y la ternura creadora de Dios.
Es
importante en este día detenernos a pensar en todo el bien que Dios ha dado a
la humanidad por medio de tantos hombres y mujeres que fieles a la voluntad de
Dios, fieles a su amor fueron testigos del Reino del Señor. La cantidad de
santos, santas y mártires que dejaron una huella tan profunda en su paso por
esta tierra que ni el tiempo ni los cambios de generaciones han podido borrar.
Y si decimos que es de todos los Santos es porque también celebramos a tantos
Santos y Mártires que Dios ha querido tener en el anonimato, y que nosotros no
conocemos por su nombre pero sabemos por la fe que están dando gloria a Dios.
+ Manuel Folgar.