27 abr 2023

JESÚS, EL BUEN PASTOR


 ¡Queridos hermanos y hermanas!

La liturgia del IV Domingo de Pascua nos presenta uno de los iconos más bellos que, desde los primeros siglos de la Iglesia, han representado al Señor Jesús: el del Buen Pastor. El Evangelio de san Juan, en el capítulo décimo, nos describe los rasgos peculiares de la relación entre Cristo Pastor y su rebaño, una relación tan estrecha que nadie podrá jamás apartar a las ovejas de su mano. Estas, de hecho, están unidas a Él por un vínculo de amor y de conocimiento recíproco, que les garantiza el don inconmensurable de la vida eterna. Al mismo tiempo, la actitud del rebaño hacia el Buen Pastor, Cristo, es presentada por el Evangelista con dos verbos específicos: escuchar y seguir. Estos términos designan las características fundamentales de aquellos que viven el seguimiento del Señor. Ante todo la escucha de su Palabra, de la que nace y se alimenta la fe. Sólo el que está atento a la voz del Señor es capaz de valorar en su propia conciencia las decisiones justas para actuar según Dios. De la escucha deriva, por tanto, el seguir a Jesús: se actúa como discípulo después de haber escuchado y acogido interiormente las enseñanzas del Maestro, para vivirlas cotidianamente.

En este domingo surge espontáneamente recordar a Dios a los Pastores de la Iglesia, y a quienes se están formando para ser Pastores. Os invito por tanto a una especial oración por los obispos – ¡incluido el Obispo de Roma! –, por los párrocos, por todos aquellos que tienen responsabilidades en la guía del rebaño de Cristo, para que sean fieles y sabios al llevar a cabo su ministerio. En particular, rezamos por las vocaciones al sacerdocio en esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, para que no falten nunca obreros válidos en la mies del Señor. Hace setenta años, el Venerable Pío XII instituyó la Obra Pontificia para las vocaciones sacerdotales. La feliz intuición de mi Predecesor se fundaba en la convicción de que las vocaciones crecen y maduran en las Iglesias particulares, facilitadas por contextos familiares sanos y robustecidos por el espíritu de fe, de caridad y de piedad. En el mensaje enviado para esta Jornada Mundial subrayé que una vocación se realiza cuando se sale “de la propia voluntad cerrada y de la propia idea de autorrealización, para sumergirse en otra voluntad, la de Dios, dejándose guiar por ella”. También en este tiempo, en el que la voz del Señor corre el riesgo de ser ahogada en medio de tantas voces, cada comunidad eclesial está llamada a promover y cuidar las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Los hombres, de hecho, siempre tienen necesidad de Dios, también en nuestro mundo tecnológico, y siempre habrá necesidad de Pastores que anuncien su palabra y que hagan encontrar al Señor en los Sacramentos.

Queridos hermanos y hermanas, revigorizados por la alegría pascual y por la fe en el Resucitado, confiemos nuestros propósitos y nuestras intenciones a la Virgen María, madre de toda vocación, para que con su intercesión suscite y sostenga numerosas y santas vocaciones al servicio de la Iglesia y del mundo.

           Benedicto XVI