4 mar 2013

Cuento de la joven del vaso vacio

Se cuenta que allá para el año 250 a.C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, debía casarse. Para solucionar esta situación el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío. Una anciana que servía en el palacio hacia muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabia que su joven hija amaba sinceramente al príncipe.

Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombro al saber que ella quería ir a la celebración. Sin poder creerlo dijo: -“Hija mía, ¿que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán. Elimina esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.” Y la hija respondió: -”No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Es probable no me escoja pero es mi oportunidad de estar por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.”

Por la noche la joven llegó al palacio donde estaban las muchachas mas bellas, con bellas ropas y costosas joyas.

Entonces, el príncipe anunció el desafío: -“Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, como esposa y futura emperatriz de China.”

La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada broto. La joven intento todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.

Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas, solo para estar cerca del príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llego el momento esperado y el príncipe observo a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anuncio su resultado: -”Aquella bella joven – la del vaso vacío – seria su futura esposa”.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por que había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó: -”Esta fué la única que cultivo la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: la flor de la honestidad. Todas las semillas que entregué eran estériles.”