Nos recuerda Enrique Rojas:

Remedios psicológicos y espirituales que pueden ser aplicados de forma operativa, con la intención de mejorar algo o de corregir o de poner en el comportamiento algún ingrediente que no está aún presente y que resulta imprescindible:
a) Aprender a perdonar. El perdón es un gran acto de amor. Y tiene dos segmentos: perdonar, y después poner el esfuerzo por olvidar. Perdonar y olvidar es perdonar dos veces. Sólo son capaces de hacerlo las personas generosas, con grandeza de espíritu, que saben reconocer sus errores y quieren corregirse.
b) No sacar la lista de agravios del pasado. Impedir que salgan en la comunicación la colección de reproches que hemos podido ir acumulando a lo largo del tiempo, pues contiene un efecto demoledor, muy destructivo. El dominio de sí es imprescindible para la entrega íntegra de uno mismo.
c) Evitar discusiones innecesarias. Un principio de higiene conyugal, propia del matrimonio, clave es éste: no discutir. De una discusión fuerte, rara vez sale la verdad. Y hay más de desahogo y de deseo de ganar al otro en el debate, que de buscar el acuerdo entre las partes.
d) Rezar juntos. Compartir la fe siempre, y tirar especialmente de ella en momentos difíciles o después de un desencuentro. Saber poner a Dios en el centro del matrimonio, con una especie de naturalidad sobrenatural, donde se mezcla lo divino y lo humano.
e) No hablar nunca de separación. Ésta es una observación que tiene mucho que ver con la convivencia ordinaria. En situaciones negativas, en rachas malas, hay que poner todos los medios para que la palabra separación no aparezca en ningún momento. Ni como amenaza ni como chantaje.