17 feb 2017

Silencio, soledad y oración

Hazte amigo del silencio y la soledad y busca siempre y en todo momento la oración.

Hay un silencio que hace bien y otro que lastima. Una soledad que purifica y otra que destroza. Una oración que es diálogo y nunca monólogo.


El silencio no es vacío, es escucha.

El ruido te muerde, te agita nerviosamente, te distrae de lo importante. El ruido te miente.

El silencio te acaricia, te serena el corazón, te centra en lo esencial. En el silencio podés escuchar la voz profunda de tu corazón que habla con verdad.

La soledad no es ausencia es encuentro.

La falta de soledad te dispersa, te masifica, te aleja de los otros, te ausenta del mundo como si fueras un clon sin alma.

La soledad te ordena, te fortalece, te da perspectiva. En soledad podés poner delante de ti a todas las personas que gravitan en tu mundo. El ejercicio de la soledad te ayuda a volverte un ser presente con pies bien afirmados en la realidad.

La oración es diálogo de amantes.

La oración te pone en contacto, intimidad y encuentro con AQUEL que es el único capaz de amarte plena, total y desbordantemente. El que te conoce y te ama; el que te busca y te ama; el que te espera y te ama; el que siempre te ama.

Si la sola presencia de un buen amigo te reconforta y una conversación amena te robustece; ¿cuánto más te llenará de savia, hundirte en la presencia y la charla con el autor de la vida?

¡Querida amiga! ¡Querido amigo! busca el silencio y la soledad cuando precises crecer. Y dialoga con Dios siempre que puedas en todo momento.

Que el Dios que te ama, te bendiga, te proteja y te conceda un corazón rebosante de amor para dar.

Rodrigo F. Gil