Afirma Byung-Chul Han en uno de sus ensayos que la vida contemplativa presupone una particular pedagogía del mirar. En “El ocaso de los Dioses”, Nietzscheformula tres tareas por las que se requieren educadores: hay que aprender a mirar, a pensar y a hablar y escribir. El objetivo de este aprender es, según Nietzsche, la «cultura superior».
Aprender a mirar significa «acostumbrar el ojo a mirar con calma y con paciencia, a dejar que las cosas se acerquen al ojo», es decir, educar el ojo para una profunda y contemplativa atención, para una mirada larga y pausada. Este aprender a mirar constituye la «primera enseñanza preliminar para la espiritualidad».
Según Nietzsche, uno tiene que aprender a «no responder inmediatamente a un impulso, sino a controlar los instintos que inhiben y ponen término a las cosas». La vileza y la infamia consisten en la «incapacidad de oponer resistencia a un impulso», de oponerle un No. Reaccionar inmediatamente y a cada impulso es, en sí ya una enfermedad, un declive, un síntoma del agotamiento. Aquí, no se habla de otra cosa que la necesidad de la revitalización de la “vita contemplativa”. Esta no consiste en un Abrir-Se pasivo, que diga Sí a todo lo que viene y a todo lo que sucede. Antes bien, opone resistencia a los impulsos atosigantes que se imponen.
En lugar de exponer la mirada a merced de los impulsos externos, la guía con soberanía. En cuanto acción que dice NO y es soberana, la vida contemplativa es más activa que cualquier hiperactividad, pues esta última representa precisamente un síntoma del agotamiento espiritual. Es una ilusión pensar que cuanto más activo uno se vuelva, más libre se es.
Del Blog serpersona.info