Todos nuestros teléfonos móviles, tabletas, ordenadores, cámaras fotográficas y otros dispositivos tecnológicos contienen algunos elementos caros y escasos, pero fundamentales para su funcionamiento. Cuatro de ellos son los conocidos como minerales de sangre: el coltán, el estaño, el wolframio y el oro. El coltán almacena la electricidad en el móvil –sin él, por ejemplo, no sonaría–. El wolframio hace que pueda vibrar. Con el estaño se sueldan los circuitos. Con oro se cubren los cableados. La extracción de estos cuatro minerales, predominantes en la República Democrática del Congo, depende del control de grupos armados que nutren sus guerrillas con el dinero obtenido de la venta de los minerales, y matan y violan a la población que no quiere someterse a su explotación. Mientras, el Gobierno congoleño mira hacia otro lado.
En Europa renovamos cada año alrededor del 40 % de los teléfonos móviles. Solo en España, se tiran 18 millones anualmente, según cifras proporcionadas por la ONG Alboan. Y eso que la vida útil de un dispositivo es de diez años, pero el tiempo medio de utilización se sitúa entre el año y medio y los dos años. Esta renovación excesiva se debe a diferentes causas, como los cambios estéticos o la introducción continua de nuevas funcionalidades.
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