Coordinadora
de “donne chiesa mondo”
Las mujeres deben ser
parte viva y escuchada de la Iglesia, pero no para adaptarse a los cambios
sociales, sino porque la maternidad está en el corazón del
mensaje evangélico.
La homilía del Papa en la
traslación del icono de la Salus Populi Romani es conmovedora, con palabras
marcadas por la necesidad de una confianza total en la Virgen que, quizá, nunca
habrían sido pronunciadas por un Pontífice.
Las palabras de Francisco dejan claro que María −a la que no por casualidad
llama “La Madre” desde un principio− no es una posibilidad ante las demás
devociones que se nos ofrecen, sino que está en el corazón de la fe cristiana:
“La Madre no es opcional, es el testamento de Cristo”.
Un verdadero cristiano no
puede, por tanto, prescindir de la Madre. Una Iglesia que olvida a la Madre,
que olvida que el origen de la Encarnación y, por tanto, de la salvación, está
la generosidad de una madre, es una Iglesia fría que ha perdido su corazón. Es,
de hecho, el amor materno el ejemplo del amor más completo y desinteresado,
aquel que puede ser considerado más parecido al amor de Jesús por la humanidad.
… El papa Francisco ha
encontrado, una vez más, una forma inédita de subrayar la importancia y la
necesidad de la presencia femenina en la Iglesia y lo ha hecho tocando el
corazón del problema: recordar siempre que el cristianismo es una fe que nace
del sí de una mujer, y que sin el calor de la presencia viva y reconocida de
las mujeres, la Iglesia se arriesga a convertirse en algo más parecido a un
ministerio, a una burocracia, que a la Buena Noticia del Evangelio. Por tanto,
las mujeres son parte viva y escuchada de la Iglesia, no para adaptarse a los
cambios sociales, sino porque la maternidad está en el corazón del mensaje
evangélico.
De la
revista Vida Nueva.