12 jun 2018

Solemnidad a San Antonio

San Antonio nació en Portugal, en Lisboa, en 1195. 

Hijo de padres nobles, sabemos que fue bautizado con el nombre de Fernando.
Transcurre los primeros años de formación bajo la guía de los canónigos de la catedral. Serán años preciosos para su formación y discernimiento.

En 1220 Fernando, por primera vez, entra en contacto con los frailes menores, religiosos fundados por Francisco de Asís en la lejana Italia. De hecho, las reliquias de cinco misioneros franciscanos torturados y asesinados en Marruecos, son llevadas a Coímbra, a la iglesia de la Santa Cruz, donde vive Fernando. Probablemente es en este período que profundiza su contacto con los primeros franciscanos llegados a Portugal.
El encuentro se revelará fundamental en el camino de fe del joven religioso: con gran sorpresa de todos, en el septiembre de 1220 decide dejar a los canónigos agustinos para entrar a formar parte de los seguidores de Francisco de Asís. Con este motivo abandona el viejo nombre de bautismo para tomar el de Antonio.


Predicador y confesor

Ciertamente el Santo de los Milagros, fue sobre todo un predicador y un confesor incansable. Para hacernos una idea de la intensidad de las jornadas de Antonio es suficiente recordar las palabras de un contemporáneo suyo:  «Predicando, enseñando, escuchando confesiones, le sucedía a menudo que llegaba al anochecer sin haber podido ni tan siquiera comer».

La vida contemplativa

No olvidemos, sin embargo que, fiel a la tradición franciscana, Antonio alternó períodos más o menos largos de retiro en la soledad con la vida apostólica de predicación itinerante.
Este sucederse tiene una explicación muy simple: para Antonio la vida activa es una expresión del amor al prójimo, la contemplativa, del amor a Dios. Como ambos amores son interdependientes y están estrechamente unidos, así son "gemelas" las dos vidas. Para Antonio, el estado de perfección cristiana no se resuelve ni con la sola acción ni en la sola contemplación, sino en la conciliación de ambas.

La caridad

Se comprende bien, entonces, en la espiritualidad de Antonio, el valor central de la caridad, entendida como amor a Dios, como bien supremo y al prójimo, por amor de Dios. Junto a esta, son fundamentales también las virtudes de la obediencia, de la pobreza y de la humildad, que es vista como la madre de todas las virtudes.


Doctor Evangélico

Y, finalmente, recordemos que Antonio, en su tiempo fue también un agudo teólogo. Sus escritos, redactados en forma de sermones - los Sermones dominicales con un apéndice de Sermones marianos y de Sermones de Sanctis(estos últimos incompletos)- reflejan el estado original de aquella que fue la primera teología franciscana que verá después otros grandes exponentes en san Buenaventura y en el beato Juan Duns Scoto.
En la ópera antoniana, la Sagrada Escritura ocupa un lugar fundamental, también porque la costumbre del tiempo hacía de la Escritura la fuente principal y casi exclusiva de la enseñanza teológica.
El Antonio teólogo, es deudor de san Agustín en el pensamiento, pero más personal y original, sabe unir la luz de la inteligencia y el afecto del corazón, la investigación especulativa con el ejercicio de la virtud, el estudio con la oración, como era la voluntad de su seráfico Padre san Francisco de Asís.