30 nov 2019

Evangelio día 1: Domingo I de Adviento - ciclo A

Evangelio por Odres Nuevos

Lectura del santo evangelio según san Mateo (24,37-44):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. En los días antes del diluvio, la gente comía y bebía, se casaban los hombres y las mujeres tomaban esposo, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: dos hombres estarán en el campo, a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo, a una se la llevarán y a otra la dejarán.
Por tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Palabra del Señor



Evangelio Comentado por:

José Antonio Pagola

Mt (24,37-44)

REORIENTAR NUESTRA VIDA

No siempre es fácil poner nombre a ese malestar profundo y persistente que podemos sentir en algún momento de la vida. Así me lo han confesado en más de una ocasión personas que, por otra parte, buscaban «algo diferente», una luz nueva, tal vez una experiencia capaz de dar color nuevo a su vivir diario.
Lo podemos llamar «vacío interior», insatisfacción, incapacidad de encontrar algo sólido que llene el deseo de vivir intensamente. Tal vez sería mejor llamarlo «aburrimiento», cansancio de vivir siempre lo mismo, sensación de no acertar con el secreto de la vida: nos estamos equivocando en algo esencial y no sabemos exactamente en qué.
A veces, la crisis adquiere un tono religioso. ¿Podemos hablar de «pérdida de fe»? No sabemos ya en qué creer, nada logra iluminarnos por dentro, hemos abandonado la religión ingenua de otros tiempos, pero no la hemos sustituido por nada mejor. Puede crecer entonces en nosotros una sensación extraña: nos hemos quedado sin clave alguna para orientar nuestra vida. ¿Qué podemos hacer?
Lo primero es no ceder a la tristeza ni a la crispación: todo nos está llamando a vivir. Dentro de ese malestar tan persistente hay algo muy saludable: nuestro deseo de vivir algo más positivo y menos postizo, algo más digno y menos artificial. Lo que necesitamos es reorientar nuestra vida. No se trata de corregir un aspecto concreto de nuestra persona. Eso vendrá tal vez después. Ahora lo importante es ir a lo esencial, encontrar una fuente de vida y de salvación.
¿Por qué no nos detenemos a oír esa llamada urgente de Jesús a despertar? ¿No necesitamos escuchar sus palabras?: «Estad en vela», «daos cuenta del momento que vivís», «es hora de despertar». Todos hemos de preguntarnos qué es lo que estamos descuidando en nuestra vida, qué es lo que hemos de cambiar y a qué hemos de dedicar más atención y más tiempo.
Las palabras de Jesús están dirigidas a todos y a cada uno: «Vigilad». Hemos de reaccionar. Si lo hacemos, viviremos uno de esos raros momentos en que nos sentimos «despiertos» desde lo más hondo de nuestro ser.