10 ene 2013

La solución es ir, no huir.


En nuestra vida, muchas veces, queremos desaparecer. Queremos huir de todo, de nuestros problemas, de nuestra vida, incluso de nuestros amigos y familiares. Y también queremos huir de nosotros mismos.

A veces nos marchamos, nos vamos a otro lugar, a otro país, a otro continente, cuanto más lejos de todo, mejor. Ponemos espacio de por medio entre nosotros y nuestra vida, con el fin de tomar distancia emocional y poder tomar mejores decisiones. Todo ello puede ser muy positivo, incluso a veces decisivo. Creo que debemos permitirnos esta pausa de vez en cuando, como si se parase el tiempo a nuestro alrededor.

Pero no podemos estar toda la vida huyendo. No podemos estar toda nuestra vida poniendo espacio y tierra con la excusa de que “lo necesitamos”. Porque quizá lo que de verdad necesitamos es otra cosa. Quizá lo que necesitamos es, sencillamente, valor. Valor para enfrentarnos a nosotros mismos, valor para abordar con responsabilidad y determinación nuestros desafíos. Valor para decir “lo siento” o “gracias” o “te quiero” o “te dejo”. Y ese valor lo tenemos todos en nuestro interior, de eso estoy seguro.

Lo que tenemos que tener muy claro es que, por muy lejos que nos vayamos, no podemos desprendernos de nosotros mismos. En ningún lugar del planeta, por muy lejano que sea, podrás liberarte de ti mismo o de ti misma. En ningún lugar podrás hacer desaparecer tus pensamientos. En ningún lugar podrás eliminar esa vocecita que te tortura insistentemente.

Puede que lo consigas durante cinco minutos, dos horas o veinte días, a miles de kilómetros de tu casa, con océanos y montañas de por medio. Pero tarde o temprano, tendrás que afrontar tu vida, tendrás que mirarla de frente. Tendrás que aceptarla y afrontarla con valentía. Huir hacia delante o hacia atrás no es la solución. La solución es ir.

Antes de que sea demasiado tarde, di lo que necesites decir, expresa tus emociones. Aunque el resto del mundo no reaccione, o siga actuando como hasta ahora, tú debes hacer tu tarea. Y tu tarea es tomar las decisiones que consideres que debes tomar, tu tarea es asumir la responsabilidad de tu vida y dejar de ir de víctima o de verdugo. Tu tarea es, en definitiva, vivir de verdad, asumiendo que la vida es dolor y placer, sufrimiento y felicidad a partes iguales.

Javier Carril.