La persecución religiosa tiene muchas formas. Desde la violencia más extrema que asesina, tortura o encarcela, hasta la más sutil por parte de quienes quieren relegar la religión a una esfera privada. Como denunciaba Benedicto XVI en Caritas in Veritate, "se ha de añadir que, además del fanatismo religioso que impide el ejercicio del derecho a la libertad de religión en algunos ambientes, también la promoción programada de la indiferencia religiosa o del ateísmo práctico por parte de muchos países contrasta con las necesidades del desarrollo de los pueblos, sustrayéndoles bienes espirituales y humanos."
Dichosos los perseguidos por hacer la voluntad de Dios, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía. (Mt 5, 10-11)