Hablar de ser profeta nos trae a la memoria los nombres de grandes hombres y mujeres que han sabido ser Palabra de Dios para el mundo.
Desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días hay muchas personas a las que reconocemos como tales: Isaías, Juan el Bautista, San Francisco de Asís, Pedro Arrupe, Monseñor Romero...
Todos ellos hicieron con su palabra o con su vida que la gente de su tiempo reconociera la presencia de Dios en el mundo, señalaron aquello que impedía que el Reino de Dios se hiciese presente o propusieron nuevos caminos que aterrizaran en lo concreto la fe en Dios. Pero la capacidad de ser profeta no es algo exclusivo de unos pocos, sino algo a lo que todos estamos llamados.
Para ser los ojos, los oídos y la palabra de Dios en medio del mundo.