Para ser felices necesitamos bienes que no sean efímeros, que mantengan la ilusión y que no se estropeen con el tiempo. La felicidad necesita una punta mística (Bergson, Kierkegaard). La felicidad está más cerca de los bienes más altos: la sabiduría, las relaciones personales gratificantes, la vida realizada, la paz interior.
Dan felicidad la posesión de la sabiduría, el goce de la belleza y la realización de tareas creativas. Tienen algo inagotable. No sacian el anhelo, ni cansan con la repetición, ni agotan la ilusión. Siguen siendo apreciados con el tiempo, se siguen disfrutando.
Pero ni la posesión de la sabiduría, ni el goce de la belleza y la realización de tareas llegan a tener sentido si no hay amor. Esto parece tener relación con la estructura misma de la persona humana, que es relacional. Necesita relaciones personales gratificantes. Necesita la realidad del verdadero amor, que lleva en su interior la entrega. Necesita también, paradójicamente, la misma entrega. La felicidad humana no se refiere a objetos, sino siempre a personas.
Publicado por Vicente Huerta (Ser persona)