Llamamos resiliencia a la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento.
José Iribas nos ofrece algunas consideraciones a modo
de un posible “manual de funcionamiento” me gustaría trasladarte:
1. Si un problema tiene solución es un reto. Si no la tiene es un dato. Hay que afrontar los retos, para poder superarlos; y hay que contar con los datos para actuar con conocimiento de causa.
2. Ante un problema, más allá de preocuparse, hay que ocuparse.
3. En ocasiones, conviene “alejarse” del problema, temporal o espacialmente, de cara a valorar su entidad real, haciéndolo con perspectiva. No vaya a ser que los árboles no te dejen ver el bosque.
4. Es muy sano volcarse en aportar soluciones de futuro más que recrearse en dar vueltas a un pasado que, para bien o para mal, es inmutable. “Deberíamos usar el pasado como trampolín y no como sofá”, indicaba Harold Macmillan.
5. Aprendemos mucho más de nuestros fracasos y contrariedades que de nuestros éxitos. Como decía Benjamín Disraeli: “No hay educación como la que da la adversidad”.
6. El que persevera acaba dando lo mejor de sí mismo, que es a lo que uno está obligado: “He fallado más de 9.000 canastas en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. 26 veces han confiado en mí para encestar el tiro que ganaba el juego y lo he fallado. He fracasado una y otra vez en mi vida y eso es por lo que tengo éxito”. Michael Jordan, jugador de la NBA.
Un apunte más: que sepamos medir nuestras propias debilidades sin hacer de ello una tragedia. No te agobies con las críticas ajenas o propias. Aprovéchalas: “con las piedras que me arrojáis construyo los escalones que llevan a mi casa".