Se me aclaró el sentido,
de pronto, del paisaje.
Y me sentí total como el latido
de un corazón inmenso, y el mensaje
del Amor a los hombres.
Me di todos los nombres
desde el del alba hasta el de la amapola.
Me entregué sin prudencia y sin escudo.
Y me sentí en la sola
y alta hermosura del Amor, desnudo.
Como advertí tu acento
delgado, mi Señor, por la pradera,
he sido en la ilusión de aquel momento
todos los hombres, yo, en la primavera.
Desde aquel día por los más cimeros
picos de mi esperanza levantado,
estoy de Tu hermosura sin linderos
con este amor total enamorado.
José María Pemán