La mayoría de los padres y madres concede mucha relevancia a los estudios de sus hijos y trata de implicarse en ellos. Pero maestros y psicólogos aseguran que no siempre tienen claro cuál es su papel en el aprendizaje escolar y a veces adoptan actitudes que acaban dañando la educación de los hijos:
ESTUDIAR CON ELLOS
Ser padre y maestro a la vez crea conflictos y dependencia
“Llegan los primeros deberes escolares y ahí están papá y mamá al lado; y los deberes son de la criatura, no de la familia; el deber de la familia es velar por que el niño tenga espacio y tiempo para hacer sus tareas y, si son muy pequeños, facilitar la organización del tiempo”, explica María Jesús Comellas, profesora de la UAB en la facultad de Ciencias de la Educación y psicóloga especializada en las relaciones familia-escuela.
Benjamí Montenegro, del Equip Psicològic del Desenvolupament de l’Individu, dice que el papel de los padres es el de auditores: “Han de controlar que el trabajo esté hecho, pero no entrar en el contenido porque se trata de que las tareas las hagan los niños y así trabajar su autonomía”.
RESOLVÉRSELO TODO
Solventar sus descuidos dificulta su maduración
“Los niños han de aprender a organizarse y a solventar sus problemas, a cualquier edad, y no hay que mandar a nadie corriendo a comprar tinta de impresora a última hora de la tarde porque al día siguiente ha de entregar un trabajo ni llevarle a la escuela el libro o el bocadillo olvidados; si los padres les resuelven todo ‘con tal de que estudien’, no maduran, no asumen sus responsabilidades ni aprenden a ser autónomos”, coinciden Comellas y Montenegro.
FOCALIZAR TODO EN EL ESTUDIO
Hacer de la formación el eje de la vida familiar daña la relación
Los educadores aseguran que una frase muy reiterada de los estudiantes es “a mis padres sólo les interesa si estudio, lo demás no les importa nada”. “Cuando focalizas todo en los estudios, cuando lo primero que le preguntas a tu hijo en la puerta de la escuela es qué deberes tienes o qué nota te han puesto en vez de cómo te ha ido el día, o con quién te has relacionado, transmites que te interesa el aprendizaje, no la persona”, dice Comellas. Y agrega que lo mismo ocurre cuando al hijo universitario se le libera de tareas domésticas porque “su trabajo es estudiar”. “Esa persona tiene que vivir, ha de saber organizarse, tener habilidades domésticas y saber relacionarse, y de eso a veces no nos ocupamos, ni nos interesamos por su vida emocional y relacional”, enfatiza la psicóloga.
PREMIAR LAS NOTAS
El estímulo material desvirtúa y puede aumentar la frustración
Las notas ni se han de premiar ni castigar; se han de elogiar y aplaudir, o analizar si es necesario dedicar más tiempo a estudiar, según los expertos. “El mejor estímulo es descubrir cosas nuevas y desarrollar tus intereses, si hace falta un estímulo material, es que algo no funciona”, apunta Domènech.
DISFRAZAR LA VAGANCIA
Buscar trastornos detrás de los fracasos retrasa la madurez
Otra conducta recurrente que observan los educadores es la tendencia de los padres a buscar trastornos neurológicos detrás de los fracasos escolares de sus hijos. “Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez, no un trastorno mental, y a veces se intenta disfrazar esa vagancia como intolerancia a la frustración o intolerancia al estrés, cuando lo que tienen es falta de autonomía”, comenta Montenegro. Comellas subraya que esta actitud tiene que ver con la actitud hiperprotectora de muchos padres que buscan la etiqueta del trastorno para el bajo rendimiento de sus hijos “porque en el momento en que se disfraza algo como trastorno se desculpabiliza a todo el mundo”.