Si me amas, escúchame, tenemos mucho camino a recorrer para trasformar lo mío en lo tuyo y lo tuyo en lo mío, y construir lo nuestro… Podemos haber engendrado un hijo, pero no habernos engendrado a nosotros mismos en un único nosotros, más fuerte que un tú y un yo, que aun con su intención de amar, conservan su individualidad sin dar el paso definitivo a la plena realidad del amor.
Porque no acabamos de ser absolutamente sinceros cuando decimos: nuestro amor, nuestro hogar, nuestra familia; porque nos hace falta aún morir a nuestro egoísmo, que más de una vez nos ha angustiado con los absurdos de la sospecha, el miedo, la desconfianza, el fingimiento, la manipulación.
Porque hay mucho que rectificar, trasformar, rehacer, en ese “único nosotros” y lo podemos lograr, pero… debemos escucharnos. Por esta sublime razón te pido que aprendamos a:
No interrumpirnos, adelantarnos o adivinar lo que queremos decirnos, no juzgar de inmediato nuestras palabras, nuestras intenciones.
Respetar nuestras ideas y sentimientos, aunque parezca poco importante lo que nos decimos.
Escucharnos antes de expresar nuestras opiniones en acuerdo o desacuerdo con los puntos de vista del otro.
Además de las palabras, saber percibir nuestros gestos, los tonos de voz, nuestras miradas y ademanes; pues todo nuestro ser personal se expresa a través de nuestro cuerpo.
Hacernos sentir que tratamos de ponernos en el lugar del otro, buscando comprender sus necesidades.
Esforzarnos en que lo que realmente importa es lograr un acuerdo entre ambos, a entender y aceptar que en ocasiones, uno de los dos, por responsabilidad, no deberá ceder su postura al tener la razón.
También, aumentar la seguridad y la autoestima del otro, al aceptar con sinceridad darle la razón cuando la tiene, apoyándolo en sus decisiones.
No guardar silencio ni apartarnos, sino hacer preguntas para aclarar las situaciones y nuestros sentimientos; a ser tolerantes y no guardar reclamos sobre nuestros errores.
No ser tan susceptibles que nos ofendamos por el menor motivo y sea necesario cuidar cada palabra para hablar entre nosotros.
Reconocer los valores en cada uno, a no ser indiferentes a las cualidades de ese ser que me ama y a quien amo.
No recurrir nunca más a las amenazas, ironía, sarcasmos, a las largas letanías.
Por Orfa Astorga de Lira, Máster en matrimonio y familia. Universidad de Navarra.