Publicado en el número 3.021 de Vida Nueva
JOSÉ LORENZO | Es un secreto a voces: la vida contemplativa vive un momento de gran incertidumbre, con una edad media de sus miembros superior a los 70 años y una preocupante falta de vocaciones que compromete su futuro, toda vez que el reclutamiento de vocaciones en otros continentes es un arma de doble filo. Este desmoronamiento afecta fundamentalmente a las antaño grandes “potencias espirituales” de Europa, como son España, Italia, Alemania y Francia. En nuestro país, se afirma que dos tercios de los 800 monasterios existentes (de los 3.000 que hay en el mundo) estarían en situación de ser cerrados a no mucho tardar…Y este declive se nota especialmente en los monasterios femeninos, tal vez porque son veinte veces más numerosos. En los últimos diez años se ha pasado de 864 conventos femeninos a 779. Los masculinos, por su parte, han bajado de 38 a 35.
“La situación de muchos conventos femeninos es muy alarmante y preocupante. Hay falta de vocaciones y se están suprimiendo muchas comunidades. Por lo menos, más de una al mes en España. En diez años, esto tendrá que cambiar muy sustancialmente”, afirma Eleuterio López, director de Claune, un instituto pontificio dedicado desde mediados del siglo pasado a solventar las carencias materiales y formativas de las comunidades contemplativas de España. De hecho, mientras se elaboraba este reportaje se conocía que la Santa Sede había decretado la clausura del monasterio de las monjas capuchinas en la localidad gaditana de San Fernando, de derecho pontificio, debido a la avanzada edad, falta de vocaciones y al “lamentable” estado del edifico.
Claune atiende cada año una media de cincuenta peticiones, muchas por el estado de los conventos. En 2016 dedicaron medio millón de euros. “Y en lo que va de 2017, hemos otorgado ayudas para obras en la iglesia de una comunidad a la que se le está cayendo el techo; otra para un obrador; otra para la renovación de las tuberías del convento, que no se han cambiado desde hace siglos; otra para comprar una máquina planchadora industrial; otra para un ascensor para las hermanas mayores… Unos 35.000 euros en total”, señala este religioso claretiano.
El sostenimiento material de los monasterios, la mayoría con siglos de una historia más floreciente que la actual, “es enormemente costoso”, como refiere el P. López, y muchas comunidades no pueden hacer frente a sus gastos porque los trabajos que tradicionalmente hacían las monjas, como la repostería, apenas les dan hoy para cubrir costes. “Hay algún convento que, al mes, solo vende 100 euros en bruto. Una vez que les descuentan los gastos de producción, no les queda prácticamente nada”, abunda preocupado. (…)
Pero siendo esto grave, no es lo peor. Hay casos de comunidades de vida contemplativa que tienen que recurrir a los bancos de alimentos para poder comer. “No se trata de un caso excepcional, no. Conozco bastantes congregaciones que acuden a ellos. Nosotros también las ayudamos porque, como me decía una abadesa, los bancos de alimentos no les proporcionan carne, claro, y las jóvenes la necesitan de vez en cuando. Sí, también para necesidades tan primarias como estas les brindamos ayuda”, reconoce el director de Claune, que subraya que sus fondos provienen de donativos de socios –cada vez menos– y de algunas congregaciones femeninas. “Y quiero resaltar esto –incide el religioso–, porque solo hay dos congregaciones masculinas que colaboran con nosotros…”.
“La gente nos ha traído calcetines para el frío”
“Estamos al día. No llegamos a fin de mes. Somos seis en la comunidad, con tres jóvenes recién llegadas de otro continente, y sobrevivimos gracias a las pensiones de las que somos mayores”, reconoce la madre abadesa de una comunidad otrora pujante y que prefiere mantener el anonimato para no tener problemas con sus superioras.
Estas navidades han reabierto el obrador. Pidieron dinero prestado para comprar los materiales y, como tienen permiso para vender– aunque esta labor no acaba de agradar en su provincia–, se pusieron “manos a la masa”. El cura del pueblo les hizo publicidad en misa y vendieron 200 kilos, con lo que esos días hubo ingresos extra en la comunidad. Además, les llegó un donativo de mil euros –“Dios nunca falla”– con el que devolvieron el préstamo.
Y, además, “el pueblo nos ha tenido esos días más presentes que nunca. Con el frío que ha hecho, han venido a traernos calcetines, bufandas, mantas… El pueblo nos quiere mucho y nosotras estamos con el pueblo. Si nos ponemos malas, nos suben un caldito de pollo…”, reconoce la religiosa, que supera ya los 80 años de edad, lo mismo que las otras dos monjas españolas de la comunidad. (…)