El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decidir y hacer cualquier cosa. Esto sería tanto como considerar que el hombre es autosuficiente y se ha creado a sí mismo y por sí mismo puede desarrollarse como si no estuviera sujeto a ninguna limitación ni condicionamiento. Pero las cosas no son así. El hombre es libre pero no es autosuficiente. El hombre es ser racional e inteligente, pero no es creador de nadie. El hombre es hombre y no es un dios.
Muchos hombres piensan no tener necesidad de más raíces ni cimientos que ellos mismos, decidir lo que es bueno o malo, dar en cada instante un paso al azar, sin rumbo fijo, dejándose llevar por el impulso de cada momento. La misma naturaleza del hombre nos dice que el hombre no existe en soledad. El hombre no nace solo, sino que nace de una mujer y con el concurso de un hombre. El hombre viene a la vida de la mano de otros hombres. Después, el hombre se alimenta, crece y vive gracias a la ayuda de su madre, de su padre, de su familia y por extensión, de su gran familia que es su pueblo y nación. Y, al final, el hombre no vive aislado y separado del resto. Quien así hace es considerado enfermo y antisocial. El hombre vive en sociedad y vive para la sociedad porque el hombre es un ser solidario por naturaleza, es social por constitución natural.