“Si Dios existiera, si sólo pudiera creer que existe, sería perpetuamente feliz. No podría interesarme ya en otra cosa que no fuese El. Me sentiría rodeado de ternura y de protección. Los placeres del mundo no serían nada, la muerte no sería nada.
Si yo supiera que Dios existe, si mi vida no fuese más que la demora de mi encuentro con El, aunque esta vida fuese dolorosa, sería suave como la larga espera de una mujer amada, de cuya llegada se está absolutamente seguro.
Si Dios existiera, me parece que yo sería naturalmente bueno con todo el mundo, como un hombre súbitamente millonario que vaciara sus sacos de escudos por todas partes, por simple placer.
Si Dios existiera, me parece que mis culpas pasadas serían absorbidas en El y perdonadas, por el hecho mismo de que yo las reconocería como culpas...
Pero Dios no se da a conocer, y en el mundo todo ocurre, incluso para los que creen en El, como si Dios no existiera”.