Carpe diem. La idea nos rodea. Los medios y la publicidad nos bombardean con el mensaje. Lo leemos en vallas publicitarias, en tatuajes, en blogs. “Disfruta el momento” es, probablemente, la invitación preferida de nuestro tiempo. Vivir el hoy y el ahora, sin preocuparse por lo que depara el futuro. En esa línea nos presentan como envidiable y tentador dejarlo todo y marcharnos a una playa desierta, como las celebrities de Instagram, o el recurrente “ser nosotros mismos, sin importar lo que los demás digan”.
Pero vivir el momento puede ir mucho más allá. Puede significar una experiencia mucho más radical, aunque menos vendible. Lejos de clasicazos y preguntas como qué harías si ganaras la lotería o si supieras que mañana ya no estarás aquí. La reflexión puede (y quizás, debe) ser más profunda. A veces, damos por garantizadas cosas que no son infinitas. Tenemos seguridades de realidades transitorias. Y así dejamos pasar el tiempo, sin darle calidad. Hablamos sin decir nada. Miramos sin ver y estamos sin abrazar. Pero cómo vivimos sí importa; sí importa lo que diga de nosotros la gente que nos quiere y que nos rodea. Y también importa lo que nosotros decimos.
Una vez más, tras el doloroso incendio de Londres de esta semana, nos enteramos de que muchas de la victimas llamaron y escribieron a familiares y amigos para despedirse. No hubo reproches. No hubo conversaciones vacías ni mensajes superficiales. Las últimas palabras fueron todas de cariño y agradecimiento. Hubo realidad. Momento.
No esperes al límite para vivir el presente. ¿Qué tienes que agradecer tú hoy? ¿A quién debes una palabra? ¿Qué es lo que realmente (te) importa? El momento es este. Aquí y ahora. Vívelo.