“¿Podría usted explicarme la estructura de la santa misa?
A esta parte fundamental de la misa, el estar reunidos bajo la palabra que nos renueva, nos enseña y nos ilumina, sigue el auténtico culto de la eucaristía. Ésta vuelve a dividirse en tres partes. Primero se preparan las ofrendas, pan y vino. Simboliza que ofrecemos la creación al Señor. A continuación, viene la acción de gracias. Es decir, que el obispo o sacerdote se une a la oración de agradecimiento que Jesús pronunció la víspera de su muerte. Es la gran glorificación de Dios. Incluye tanto el agradecimiento a Cristo como la conmemoración de sus palabras y hechos de la última hora, y con ello la transubstanciación del pan y del vino, que ya no son nuestras ofrendas, sino los dones de Jesucristo, en los que Él se entrega según las palabras de la última cena.
Justino, el autor de la antigüedad, habla de que los dones, como él dice, están «eucaristizados». En otras palabras: el pan ya no es pan, sino el cuerpo de Cristo. Y el vino tampoco es vino, sino la sangre de Cristo. Dicho de otra manera: los dones se han transformado en palabra viva, en la palabra de Cristo, en la palabra de gracias del Señor.
Justino menciona asimismo las condiciones para la posterior distribución de la santa comunión. Es el culto divino de los que se han vuelto creyentes, dice. Al igual que el Señor reunió en la última cena a los doce apóstoles, la eucaristía congrega a los que son creyentes en Cristo, a los que se han convertido en Iglesia mediante el bautismo. En este sentido, tanto la condición para ser admitido como la estructura de la celebración están completa y claramente desarrolladas desde época muy temprana y siguen manteniendo su vigencia en nuestros días.”
Joseph Ratzinger en “Dios y el mundo”.