Si puedes estate bien arrodillado, pues como decía Guardini:
«el hombre que es humilde, se siente pequeño, inclina su cabeza y doblega todo su cuerpo. Se “humilla”. Y más se humilla cuanto más grande es su interlocutor; más evidente se le presenta su pequeñez. Más le aplasta […]Uno se hace pequeño; quisiera rebajar su estatura natural para quitarse toda arrogancia – y he aquí que el hombre ya la ha disminuido en la mitad. Ha caído de rodillas. Y si esto aún no es suficiente al corazón contrito y humillado todo el cuerpo se doblará. Y el cuerpo inclinado será, por sí solo, una plegaria intensamente expresiva. […] Al doblegar las rodillas, no conviertas esa acción en un gesto precipitado, ni puramente mecánico. ¡Infúndele un alma! Y el alma de ese gesto consiste en que tu corazón también se arrodille en un profundo sentimiento de veneración ante la majestad de Dios. Cuando entras en la iglesia o salgas de ella, cuando pasas frente al altar dobla tu rodilla, lentamente, profundamente, arrodilla también tu corazón. Y, al hacer la genuflexión, dí con todo respeto: “Dominus meus et Deus meus” – ¡Señor mío y Dios mío! Eso es humildad, es verdad. Cada vez que lo hicieres, tu alma será tocada por la gracia de Dios» (Romano Guardini. Los Signos Sagrados).
Si no puedes arrodillarte o te estas quedando dormido incluso arrodillado, sin miedo ni vergüenza ponte de pie ante el Santísimo (eso si busca un lugar donde no tapes o distraigas a los otros). Otra vez nos recordaba Guardini el profundo sentido:

Estar de pie denota vigilancia, dominio sobre sí mismo, una cierta tensión. Significa, por fin, que uno está dispuesto, preparado para la acción. El hombre de pie está alerta; está en condiciones de partir hacia acá o hacia allá; inmediatamente puede ejecutar una orden, o emprender una tarea. He aquí, pues, una manifestación nueva del respeto debido a Dios. Estar de rodillas y estar de pie son como el anverso y reverso de la misma medalla. De rodillas, la naturaleza adora a Dios, reposa en su presencia. De pie, expresa su anhelo de obrar. Por eso están, de pie, en esa actitud de respeto, el “siervo fiel y atento” a las menores insinuaciones del amo; el soldado equipado para el combate. Estar de pie simboliza, pues, el sentimiento de veneración, de respeto. Por eso nos levantamos cuando -durante la Misa- a la lectura del Evangelio, resuena la “Buena Nueva”».