Sabiendo que Dios lo ve todo, examina tus obras de caridad y profundiza cuidadosamente en tus motivos. Rechaza lo que va disfrazado de caridad, pero no es amor auténtico. Es preferible crecer en bondad que hacer mucho «bien».Prescinde del manto de caridad y, en su lugar, siguiendo las hermosas palabras del apóstol, revístete «de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia», que equivale a cultivar un corazón lleno de una genuina y sincera amabilidad. Así podrás presentarte vestido de boda ante Aquel que es la verdad y el amor infinitos. «Porque el Hijo del Hombre va a venir en la gloria de su Padre acompañado de sus ángeles, y entonces retribuirá a cada uno según su conducta».
La auténtica caridad ha de ser firme, diligente y abundante. Hemos de rellenarla constantemente. Su abundancia es la medida y la prueba de una vida interior vigorosa.
San Pablo aseguraba a los primeros cristianos que no pedía para los conversos un poco de caridad, sino una caridad abundante, sin límites, sin medida. Estaba convencido de que los discípulos de Cristo debían tener un celo ardiente por practicar la caridad, reina de las virtudes: «Pido también que vuestro amor crezca cada vez más en perfecto conocimiento y en plena sensatez». Afirma san Pablo que la fe no se debe buscar a ciegas, sino acompañada de un «perfecto conocimiento y en plena sensatez». El amor sin la razón, sin el discernimiento, es falsa caridad, un amor debilitado que puede incluso hacer mucho daño. La caridad iluminada por la verdad de Dios y el conocimiento de las cosas que poseen un valor auténticamente espiritual te harán muy santo.
El hombre puede resistirse a la violencia, a la razón, a la ciencia y al talento, pero acabará rindiéndose al bien que obren con él; y lo hará antes aún si la caridad está fundada en un motivo sobrenatural. A veces quien lleva a cabo una buena obra no ve su fruto: Dios desea añadir este sacrificio a los méritos de su celo apostólico. Pero, antes o después, el amor triunfará, porque el amor siempre vence.
(L. G. Lovasik en “El poder oculto de la amabilidad”) Del Blog Ideas para orar