La grandeza y dignidad de toda vida humana exigen que sea acogida con alegría y gratitud, que sea respetada y cuidada desde su inicio en la fecundación hasta la muerte natural. La Jornada por la Vida nos llama a implicarnos para crear una cultura de la vida: una cultura en la que toda vida humana sea acogida con alegría y gratitud, frente a una mentalidad anticoncepcionista y el dramático descenso de la natalidad; una cultura en la que toda vida humana sea respetada desde su concepción hasta su muerte natural, frente a una mentalidad abortista y eutanásica; y una cultura en la que la vida humana sea cuidada en todo momento, sobre todo cuando es más frágil e indefensa, cuidando al que sufre o está necesitado, al anciano o al moribundo.
Trabajemos para que se recupere entre nosotros el don y sentido de la maternidad, como el gran don de Dios a la mujer, que la dignifica. Como Iglesia, hemos de ofrecer medios para evitar que cualquier mujer, que se encuentre en situaciones muy duras por el embarazo, vea en el aborto la solución rápida a sus problemas y angustias.