Con tantas cosas, me da la sensación de que tengo que hacer las cosas bien. No puedo retrasar el trabajo, y menos las relaciones interpersonales, mi familia….A la vez, intento hacer malabarismos para que Tú tengas un hueco en el camino. Sin embargo, hoy llego a Ti con la clara convicción de que las cosas no salen si Tú no estás detrás.
El Señor le dijo: ---Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar! Vino un huracán tan violento, que descuajaba los montes y resquebrajaba las rocas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto (…). (1Re 19, 11-13).
Hoy, aquí, ahora
El día tiene veinticuatro horas. Y muchas veces vivo atareado, con prisa,
sin poder parar de un sitio a otro. El trabajo se come, en
las mejores energías y esfuerzos, y trae consigo
cansancios. Es donde pongo empeño y dedicación, más de lo que
ser recompensado con algo para vivir.
- Y Tú Jesús, que pasaste casi la toda tu vida artesano en una aldea. Me invitas a lo mismo, a ayudar a nuestro entorno a ser más justo desde mi propio lugar y esfuerzo. A descubrir que estoy llamado también en él. En lo cotidiano, en lo sencillo, y también en lo complicado que puede llegar Le presento a Dios mi trabajo. Busco en mi tiempo de trabajo el rastro que Dios va dejando en mi tiempo cotidiano. ¿En qué situaciones del día a día me encuentro con paz? ¿Dónde necesito que se haga más eco la brisa de lo que Dios me llama a realizar?