El tiempo litúrgico que nos toca vivir durante estos meses, es el tiempo ordinario, un tiempo de saborear la vida en la normalidad y la cotidianeidad, en el que sepamos en nuestras vidas, encontrar destellos de tu evangelio en nuestro quehacer de cada día.
Muchas veces parece que donde mejor se puede encontrar a Dios es en las ocasiones especiales o en los grandes eventos, pero el trabajo cotidiano y la normalidad, nos ayudan a que existan estas otras ocasiones especiales tan importantes como la vida en lo cotidiano.
“Estén siempre alegres, oren sin cesar y den gracias a Dios en toda ocasión; esta es, por voluntad de Dios, su vocación de cristianos” (1 Tes. 5, 16- 18).
Señor, enséñanos a encontrarte en la normalidad, en lo cotidiano.